martes, 10 de noviembre de 2009

La serenidad

¿No has deseado, en algún momento de tu vida, ante alguna adversidad, mantener la serenidad? Hay personas que en estas situaciones tienen una mayor capacidad para manejar sus emociones, para gestionarlas y conducirse por la vida con una actitud calmada, serena. Saben enfrentarse a los problemas sin llegar a la desesperación, manteniéndose a flote como si tuvieran el convencimiento de que la tormenta, aunque pueda volcar su barca, no podrá con ella. Y es que saben que, en el fondo, es así como pasa. Mantienen su capacidad reflexiva intacta, son capaces de ver lo que les ocurre de manera objetiva, como si se salieran del cuadro para verlo y poder meditar las soluciones al error en el trazo como si fueran para otra persona.



Me gustaría compartir con vosotr@s un poema que leí hace poco y que me transmitió lo que es tan complicado de alcanzar: la serenidad, la cualidad de mantener una actitud de entereza, firmeza y aplomo… os aportará claves para ser personas cada día más serenas. Se trata de un texto de Rudyard Kipling, llamado “Si”. Esperamos que os guste.



Si

Si guardas en tu puesto, la cabeza tranquila,

cuando todo a tu lado es cabeza perdida.

Si tienes en ti mismo una fe que te niegan

y no desprecias nunca, las dudas que ellos tengan.

Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera.

Si engañado, no engañas,

Si no buscas mas odio, que el odio que te tengan...

Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres,

Si al hablar no exageras lo que sabes y quieres.

Si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo.

Si piensas y rechazas lo que piensas en vano.

Si tropiezas el triunfo, si llega tu derrota,

y a los dos impostores les tratas de igual forma.

Si logras que se sepa la verdad que has hablado,

a pesar del sofismo del orbe encanallado.

Si vuelves al comienzo de la obra perdida,

esta obra sea la de toda tu vida.

Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría,

tus ganancias de siempre, a la suerte de un día,

y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea,

sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.

Si logras que tus nervios y el corazón te asistan,

aun después de su fuga, de tu cuerpo en fatiga,

y se agarren contigo cuando no quede nada,

porque tú lo deseas y lo quieres, y mandas.

Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud.

Si marchas junto a reyes con tu paso y tu luz.

Si nadie que te hiera, llegue a hacerte la herida,

Si todos te reclaman y ninguno te precisa.

Si llenas un minuto envidiable y cierto,

de sesenta segundos que te lleven al cielo....

Todo lo de esta tierra, será de tu dominio,

y mucho mas aún, serás hombre, hijo mío.

Laura

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