lunes, 1 de febrero de 2010

LA FAMILIA A TRAVES DE LA MIRADA HISTORICA



La familia en su triple vertiente de entidad gnoseológica.

Fenómeno cultural y realidad científica

La familia siempre ha sido un objeto de interés fundamental. Se nos hace impensable concebir al ser humano al margen de su red de relaciones de parentesco. La familia se constituye pues como concepto central, yendo más allá de su propio carácter de fenómeno cultural y adoptando un sentido gnoseológico y epistemológico.

Así pues podemos abordar este concepto desde diversos enfoques. En primer lugar se referiría al conjunto de relaciones más inmediatas de parentesco. Sería una versión reducida de la red total de vínculos de parentesco. En este sentido, podemos observar diferencias importantes al considerarlo como fenómeno cultural que, como tal, puede ser abordado por las diversas ciencias sociales, convirtiéndolo en un constructo científico.

Por otro lado, la familia se configura como una de las categorías cognoscitivas fundamentales para estructurar la realidad que nos rodea. Ya sea entendida como línea evolucionista, como filums linneanos, como ese aire de familia de los prototipos de Rosch o del conocimiento por familiaridad de Russell, la noción de familia se constituye en instrumento esencial en la reconstrucción del mundo en el que nos encontramos. Es en este sentido en el que se puede considerar la “familiaridad” desde un punto de vista gnoseológico.

De este modo, no hay mayor atentado para el entendimiento humano que alterar la forma en que concebimos el mundo. En nuestra sociedad, el parentesco tiene una estructura ideológica bien definida, estructura que se encuentra íntimamente imbricada con nuestra forma de entender y conocer la realidad. Nuestra herencia cultural define la familia como una estructura formada por padres, madres, hijos e hijas. Familia Nuclear, indivisible, bien reconocida en los primeros estudios de los antropólogos estructural-funcionalistas británicos como Radcliffe-Brown.

El evolucionismo ya se había encargado de defender dicha estructura nuclear frente a aquellas incivilizadas estructuras de parentesco, alejadas de las buenas costumbres propias de los países colonialistas. Los escandalizados europeos escuchaban historias de primos hermanos que contraían matrimonio, de varones que compartían una misma esposa…

Fue gracias a Franz Boas que por fin conseguimos sacudirnos de una vez por todas, esa sensación de que tan sólo lo nuestro es lo bueno, lo válido, y abrimos las puertas a una visión del otro no como objeto cosificado y deshumanizado, sino como ser humano, diferente pero igualmente digno. El etnocentrismo ha sido la rémora intelectual de nuestro mundo occidental. El pez torpedo que nos hace tropezar una y otra vez, y retrasa el avance del conocimiento. No sólo porque no nos permite otorgar validez a todo los fenómenos considerándolos meras desviaciones de una norma general, sino porque además no nos permite ampliar nuestras miras intelectuales, nuestras estructuras de conocimiento. Nos obliga a movernos por caminos intelectuales prefijados, sin dar cabida a la creatividad y la originalidad.

Y es que la familia como constructo científico y fenómeno cultural, y no sólo cómo estructura gnoseológica, es tan diversa como culturas hay en el mundo. En cada sociedad, la familia y el parentesco, adquiere un aspecto y unos matices diferentes.

Esto se ve claramente, si nos detenemos un segundo en las diferentes terminologías usadas en las distintas sociedades para organizar el parentesco. Tomemos por ejemplo, la terminología clásica elaborada por Morgan, la cual nos va a permitir ver de qué modo la forma de estructurar un fenómeno aparentemente único como es el parentesco, difiere de una sociedad a otra.

En el sistema esquimal, que paradójicamente es el nuestro también, existen términos clasificatorios y descriptivos, es decir, términos que se aplican a diferentes parientes y términos para referirse a un único pariente. Mantiene una estructura terminológica muy similar a la nuestra, diferenciando entre tíos, tías, primos, primas, madres, padres, hijos e hijas…

El sistema sudanés contiene tantos términos como parientes hay. No establece términos para referirse a varios parientes. Sería el mejor ejemplo de terminología descriptiva.

En caso contrario corresponde a la terminología Hawaiana, que sólo posee términos que permiten distinguir parientes pertenecientes a diferentes generaciones y sexos. Así por ejemplo, todos los varones emparentados pertenecientes a una misma generación serían llamados de la misma forma. Es el ejemplo extremo de una terminología clasificatoria.

El sistema Iroqués, supondría un mezcla de términos clasificatorios y descriptivos. Por un lado distinguen sexo y generación, y por otro distinguen líneas de sangre. Poseen términos diferentes para los miembros de una misma generación y sexo, en función de su parentesco por afinidad o consanguinidad. El hermano del padre, será llamado también padre y sus hijos hermanos, y la hermana de la madre, también será llamada madre, siendo sus hijos también considerados hermanos. De aquí proviene el tabú sobre el matrimonio con los primos paralelos o primos hermanos, y la prescripción del matrimonio con los primos conocidos como primos cruzados.

Finalmente tenemos los términos Crow y Omaha. Para los Crow, los términos descriptivos predominan en el lado materno y los clasificatorios en el paterno, siendo el caso opuesto para los Omaha. Se suele asumir que los primeros son propios de sociedades matrilineales, mientras que los segundos son característicos de sociedades patrilineales.

Como vemos, diferentes culturas poseen formas diversas de estructurar las relaciones de parentesco, lo cual a su vez implica formas diversas de organizar la realidad. Para cada sociedad, la familia es un fenómeno cultural diferente, causa y a su vez consecuencia de sus categorías cognoscitivas.

El problema proviene de la incapacidad para asumir esas formas diferentes de organizar la realidad. La familia nuclear europea y anglo-sajona, no debe ser considerada como la única forma de concebir las relaciones familiares. Para autores como Robin Fox, el verdadero núcleo familiar es la relación madre-hijos. Esta relación sería el único sustrato intercultural y por tanto universal capaz de dar cuenta del parentesco. Como vemos, esta concepción es tal vez más exacta a la hora de definir un “sustrato natural” de la familia.

No debemos olvidar que la familia y el parentesco son constructos problemáticos. Su enorme diversidad dificulta enormemente su estudio. A su vez, motivos ideológicos y etnocéntricos limitan la aproximación a ella. Estas dificultades llevaron a autores como Needham o Schneider a poner incluso en duda la posibilidad de aproximarse a dicho concepto.

Su enorme diversidad como fenómeno cultural, las diferencias estructurales en su propia configuración, les hicieron pensar que las diferencias interculturales no eran más que el reflejo de una diferencia fenoménica. No es posible abordar el problema del parentesco de una forma holista, porque en realidad existen tantas familias como culturas. De esta forma desmontaron uno de los objetos principales de la disciplina antropológica.

Como vemos, esta tendencia acompaña al desarrollo de dicha disciplina. Autores como Lila Abu-Lughod en “Writing against Culture”, critica incluso el objeto más importante de la disciplina antropológica, me refiero al concepto de Cultura. Esta autora afirma que el discurso antropológico en cuanto que narra, describe y explica las diferencias culturales, ayuda a producirlas y mantenerlas. El concepto de cultura sería una forma de mantener las diferencias y reforzar las desigualdades. Parece que ha tomado el relevo del concepto de raza, en cuanto que es la nueva herramienta para definir al otro, al diferente.

No obstante, este ejercicio continuo de autocrítica, este intento por re-pensar los objetos de la disciplina, son esenciales para aproximarse a una realidad tan cambiante y variable, tanto en su dimensión sincrónica como diacrónica. Me refiero por supuesto al ser humano.

Volviendo al tema que nos ocupa, la familia debe ser entendida como una realidad cambiante, variable, expresión y a su vez elemento organizador de la realidad circundante. Categoría gnoseológica y epistemológica, a la vez que fenómeno cultural diverso.

Todo intento por simplificar dicha pluralidad conceptual supone una minimización de su complejidad y riqueza, y una muestra clara de pequeñez intelectual.

En los últimos tiempos, hemos asistido en nuestro país a una miríada de críticas y comentarios como consecuencia de los cambios legales introducidos, referentes a la nueva forma de concebir la familia y el matrimonio. Creo que el problema no radica tanto en el aspecto que las nuevas familias pueden adoptar per se, sino en cómo esta nueva forma de reorganizar la realidad choca con aquellas estructuras gnoseológicas ideológicamente predeterminadas.

Daniel Gonzalo Fernández Jerónimo

Psicólogo, Antropólogo, Sociólogo y GRAN AMIGO

Muchas gracias, Gonzalo, por mostrarnos otra forma de ver el mundo.



No hay comentarios: